viernes, 12 de junio de 2009

¿Dónde están los brotes verdes?



El diagnóstico del Gobierno sobre los "brotes verdes" se topa con la cruenta realidad económica. La evolución de los últimos indicadores y de los datos avanzados que maneja el propio Ministerio de Economía contradicen la teoría de los 'green shoots' que acuñó Obama y de la que rápidamente se apropiaron el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y la vicepresidenta segunda y ministra de Economía, Elena Salgado.

Mientras que los miembros del Ejecutivo replican que ya hay “luz al final del túnel” y el candidato del PSOE al Parlamento Europeo, Juan Fernando López Aguilar, critica que “a la derecha los brotes verdes no le vienen bien”, los datos económicos siguen desplomándose a niveles sin precedentes y no muestran atisbos de recuperación. Sólo los indicadores de confianza empresarial y del consumidor –en mínimos históricos– han repuntado levemente –aunque con matices–. Las cifras funcionan más bien como tubérculos y siguen bajo tierra. Según las estadísticas oficiales, las ventas de las grandes empresas cayeron un 18% en marzo en términos interanuales frente al desplome del 17,4% de febrero. El consumo de cemento, que avanza la salud del sector inmobiliario, descendió en abril un 45,2% respecto al mismo periodo de 2008, 8,7 puntos más que en el mes anterior.

La producción de la industria –la gran olvidada de los planes anticrisis de Zapatero, según el último informe de la Fundación de Cajas de Ahorro (Funcas)– redujo su actividad un 24,7% frente a la caída en la actividad de las fábricas del 22,5% en febrero. Desde verano cada nueva cifra agrava sensiblemente los números rojos precedentes.

La evolución del mercado de la automoción tampoco deja ningún retoño sano: la matriculación de turismos descendió en abril un 46% frente al retroceso del 39% del marzo. El registro de vehículos de cargas se desplomó casi un 60% el mes pasado, 13,8 puntos más que en febrero.

La misma sensación de vértigo provoca contemplar la caída de la contribución de la demanda nacional al Producto Interior Bruto (PIB), que descendió un 5,3% en el primer trimestre del año frente a la contracción del 3% del último trimestre de 2008. La evolución de la disponibilidad de bienes de consumo también ofrece mensajes de alerta: cayó un 20,1% en marzo frente al ocaso del 18,1% de febrero.

Apesar de las pronunciadas curvas que divulgan todos los servicios de estudios, la vicepresidenta segunda, Elena Salgado, insistió ayer en que “los brotes verdes hay que cuidarlos para que sigan creciendo”.

El Ejecutivo se agarra a las ramas de la confianza empresarial y del consumidor y parece que ha olvidado la cautela que le hizo negar la existencia de la crisis hasta la segunda mitad de 2008.

María Jesús Fernández, analista de Funcas, cree que este optimismo económico “hay que tomarlo con cautela” y que “no se puede confirmar que se esté tocando fondo”. “La mejora de la confianza del consumidor hay que dejarla en cuarentena, pueden ser las rebajas”, argumenta. “No sabemos en qué medida están cayendo los indicadores”, remacha.

Hacia una crisis social
El director del servicio de estudios de Cámaras de Comercio, Juan de Lucio, alerta de que las buenas noticias “se sobredimensionan” y que “los indicios que hay no son tan robustos y no muestran cambios de tendencia determinantes”. “Las cifras más esperanzadoras están afectadas por el sesgo estadístico y por el efecto rebote”, opina. De Lucio cree que “no son brotes, sino botes” ocasionados por la rapidez de la caída, y no porque los motores estén en marcha. El ex secretario de Estado de Economía del PP Luis de Guindos auguraba el martes nuevos declives: “Lo peor vendrá después del verano”.

Pero lo peor de la recesión es la crisis social, que –a pesar de que ya hay más de cuatro millones de parados– aún se encuentra en pleno germen. Los expertos reconocen que, cuando comience la recuperación, el desempleo y las dificultades para la clase media estarán en pleno auge.

Solo un dato: 1,5 millones de personas no recibe ninguna prestación y más de 800.000 familias tienen ya a todos sus miembros en paro.

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