sábado, 4 de abril de 2009

"Si Ian Curtis levantara la cabeza..."



El mismo día que una cuerda de tender la ropa partió la traquea de Ian Curtis para acabar con su vida en Macclesfield (Inglaterra), a miles de kilómetros de allí, en L'Eliana (Valencia), Jorge Martí, cantante de La Habitación Roja, descubría el pop gracias a una actuación de Santiago Auserón en el revolucionario programa infantil La bola de cristal. Era 1980. Jorge contaba ocho años. Ian Curtis se ahorcó a los 23, en la cocina de su casa, justo cuando su grupo, Joy Division, despegaba, y sin ser consciente de que se convertiría en el mito romántico del pop más influyente. La última noche de su vida, Curtis se puso su película favorita (la atosigante Stroszet, de Werner Herzog), eligió como banda sonora un disco de Iggy Pop (de título nada casual, The Idiot) y se colgó.

Anoche, en la sala Moby Dick, los dos, Jorge e Ian, se conectaron por la mejor vía posible, la de las canciones: La Habitación Roja interpretó enterito (10 canciones) y por orden, el primer disco de Joy Division, Unknown pleasures, una fiesta que sirvió para anunciar que el próximo 7 de abril se estrena en los cines Control, la estupenda película que sobre la agitada vida de Ian Curtis ha dirigido Anton Corbijn.

El público, que llenó la sala (unas 200 personas a nueve euros) se declaraba con el corazón partido: a partes iguales entre La Habitación Roja y Joy Division. Treintañeros compartían sudores con jóvenes seguidores de Joy Division con la lección bien aprendida. Como Pablo Martínez, de 19 años, y Pablo Chocrón, de 18. A los dos les faltaban unos años para nacer cuando su ídolo se suicidó. Visten con gabardinas sobre una percha escuchimizada y lucen flequillo. Clones de Ian. "Fue el gran romántico del pop, el más influyente. Sus letras son una revelación, un choque", dicen. Desde clásicos como The Cure o U2 a grupos actuales como Interpol o The Killers, todos reconocen que la música de los de Manchester les inspira. Epiléptico, esquizofrénico, bipolar y genial, Curtis pagó su precocidad en todo. En lo musical fue un incomprendido que se adelantó al alter-punk y al gotismo; en lo personal se casó muy joven y fue padre con sólo 22 años. Cuando falleció apenas podía vivir de la música: trabajaba en una oficina de empleo. Después de su fallecimiento, sus discos comenzaron a venderse a sacos y su leyenda se agigantó.

Allí arriba, los chicos de La Habitación Roja se mostraron escrupulosos con el homenajeado. Nada de iniciativas arriesgadas: las canciones tal y como las concibió Curtis. Lo más difícil fue adaptarse al particular tono vocal del mártir. "He tenido", relata Jorge después de la experiencia "que cantar mucho más grave. Pero creo que ha salido bien". La relación de La Habitación Roja con Joy Division es por contagio. El grupo reconoce que no fue muy fan de los de Manchester hasta hace unos años.

El concierto tuvo su nota de humor negro. Cuando el grupo terminó el último acorde del disco y enfiló el camerino, un grupo de espectadores coreó: "¡Que se ahorquen, que se ahorquen!". A algún curtismaniaco no le pareció bueno el chiste. La fiesta se cerró con una propina que no se incluye en el Unknown pleasures y que sin duda es su canción más famosa, Love will tear us apart. Fue emocionante ver a la sala entera bailar y corear la canción de principio a fin. Alguien dijo: "Si Ian Curtis levantara la cabeza y viniera a un local de Madrid, un martes y en 2009, lleno y coreando sus canciones... fliparía".

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