El otoño del 2008 y el invierno del 2009 han supuesto una dura confrontación del Gobierno Zapatero con la realidad (1). La crisis económica y sus cada vez más graves efectos sociales absorben el 90% de sus energías. Incapaz de afianzar un claro abanico estratégico de políticas anticíclicas, diríase sumido en una anonadada perplejidad tras la constatación de que “talante” y “consenso” son impotentes ante un evidente choque de intereses sociales encontrados que necesariamente habrá de traer consigo ganadores y perdedores, alterando profundamente la correlación de fuerzas.
Lo cierto es que, a pesar del desplome de la actividad económica, de los expedientes de regulación de empleo (EREs) que afectan a 180.000 trabajadores industriales, de un paro que ha crecido en cuatro meses del 11% al 14,5%, del hundimiento en un -20% del sector inmobiliario, de la demanda interna en un -2,4% y de un déficit público que ha terminado 2008 en un -3,4% y se prevé que llegue al -5,8% en 2009, las encuestas muestran una erosión general del sistema político y un incremento del descontento, pero no un cambio en la correlación de fuerzas. El PSOE se sigue situando en el 41,3%, el PP sigue estancado en el 38,9%, sin cambios en el resto de los partidos, a excepción de una ligera recuperación de IU, que vuelve a alcanzar el 4,5% (Publiscopia, 2-1-09).
Lo más significativo, sin embargo es la falta de una orientación estratégica ante la profundidad de una crisis por partida doble, internacional y del modelo de crecimiento de los últimos 15 años. Esa carencia se suple con un acúmulo de medidas tácticas de intervención pública que renuncian de entrada a influir de modo decisivo en los principales actores económicos, en especial en el sector financiero y en el comportamiento las grandes empresas. Una suerte de “tacticismo de buenos deseos” que se traduce en la promesa de mantener las políticas sociales y, al propio tiempo, los beneficios empresariales.
La falta de orientación estratégica, reflejo de 15 años de ciclo económico alcista en la vida política del país –que no ha conocido más debate que el autonómico—, afecta por igual a todos los partidos políticos, todos incapaces de elaborar propuestas concretas y una hoja de ruta mínimamente solvente ante la crisis. Los únicos que parecen tenerlo claro son los Presidentes del BBVA, González, y del Santander, Botín, como demostraron en sus discursos de fin de año, anunciando beneficios de 5.020 y 8.876 millones de euros, respectivamente. En conjunto, las empresas del BIES-35 vieron aumentar sus beneficios en 2008 en un 17,15%.
El IV Plan anti-crisis de ZP
El 8 de octubre, el Gobierno anunció el que será su cuarto paquete de medidas anticiclicas desde el inicio oficial de la crisis en el verano. El eje es la creación de un fondo de liquidez de 100.000 millones de euros para subastas de crédito a los bancos españoles, acompañado de una línea de financiación de 30.000 millones a través del Instituto de Crédito Oficial (ICO) para empresas y de un fondo de 11.000 millones para proyectos municipales.
Cuatro meses después, el balance del cuarto paquete no puede ser más magro. Los bancos han acudido a las subastas, pero no han trasladado la liquidez a empresas y familias ,y el crecimiento de los créditos ha caído del 20% al 9%; el Santander augura que en 2009 se situará en niveles inferiores. Los créditos del ICO tampoco han llegado a las empresas, porque la banca comercial no los gestiona alegando escasos márgenes de beneficio en su comercialización. Por último, menos de la mitad de los 11.000 millones han sido solicitados para proyectos por razón de la escasa capacidad de gestión municipal.
La bolsa, mientras tanto, picaba fondo histórico el 10 y el 22 de octubre, perdiendo en los dos días el 9,14% y el 8,16% de su valor por el efecto de la crisis en América Latina y el anuncio de la nacionalización de los fondos de pensiones en Argentina y su efecto directo en el mercado de valores español.
Este fracaso ha provocado un tenso debate sobre la responsabilidad de la Banca y la pregunta: ¿dónde está el crédito? El ministro de industria, Miguel Sebastián, afirmó que al Gobierno se le estaba acabando la paciencia con los bancos y que actuaría en consecuencia, sin aclarar a que se refería. El ministro de economía, Solbes, y Pepe Blanco le desautorizaron asegurando, en cambio, que su paciencia era “ilimitada”. Y Botín, desafiante, aseguró que los Bancos sabían más que el Gobierno sobre cómo proteger sus intereses ante la crisis y que era una irresponsabilidad prestar dinero sin tener garantías de recuperarlo con beneficios. La puntilla la puso el presidente de la Asociación Española de Bancos, Miguel Martin, cuando aseguró que en España, a diferencia del resto del mundo, era la economía real la que contaminaba al sistema financiero. En el colmo del cinismo, esta exhibición de prepotencia del sistema financiero español tenía lugar precisamente cuando el Santander se veía obligado a reconocer que había situado unos 1.300 millones de euros de sus clientes en la pirámide Madoff y que solo podrían recuperar el 40% de su inversión inicial....