viernes, 23 de enero de 2009
El Genio
Pinceles, lienzo y óleo batido con yema de huevo. Con esos materiales se fabricaban los sueños cuando Salvador Dalí pintaba sus cuadros, delirios oníricos de una belleza tan impactante como inaprensible. El artista catalán era un histrión, una caricatura hiperbólica de suculento furor mercadotécnico. Sus obras arrasaron conciencias y chequeras, encumbrándolo a la cima artística de la edad contemporánea. Este viernes se cumplen 20 años del fallecimiento del único surrealista auténtico que jamás fue. Dos décadas sin su bendita locura, sus calculadas bravatas y aquel bigote en equilibrio con el viento.
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