A partir de un gran trabajo de investigación el periodista Walter Isaacson, ex presidente de CNN, construye un retrato amplio y detallado de la vida de Einstein. Dirigida a un público amplio refleja de una forma inteligente y amena los hitos científicos y los aspectos fundamentales de su vida, desgranando, paso a paso, la biografía fascinante del físico más importante desde Isaac Newton, que revolucionó la ciencia con su teoría de la relatividad. Una narración que el autor utiliza para destacar en todo momento el valor de la creatividad y la libertad y mostrar la originalísima visión del universo que propuso Albert Einstein.
El momento de la publicación no puede ser más oportuno, el nuevo acelerador de partículas europeo podría suponer un avance definitivo a las teorías del campo unificado, que ocuparon al físico en la última etapa de su vida. Le decía a su viejo amigo Besso que creía que la física debía basarse “en el concepto de campo, es decir en estructuras continuas”.
El libro contiene varios aciertos narrativos. Por ejemplo, aunque como casi todas las biografías sigue un orden cronológico, inicia su primer capítulo “El hombre que viajaba con un rayo de luz”, mucho después, en el giro más importante de su vida. Un capítulo donde se condensa la potencia de la mente de Einstein en una carta a un amigo. El entonces funcionario de patentes le dice: “estoy escribiendo cuatro artículos”… “el primero trata de la radiación y las propiedades energéticas de la luz y es bastante revolucionario”… “el segundo artículo es una determinación del verdadero tamaño de los átomos”… “el tercer artículo explicaba el errático movimiento de las partículas microscópicas en un líquido empleando un análisis estadístico de colisiones aleatorias. Y de paso establecía que los átomos y las moléculas existían realmente.”… “el cuarto artículo es todavía un tosco borrador de una electrodinámica de los cuerpos en movimiento que emplea una modificación de la teoría del espacio y el tiempo”. Se trata de 1905 que denomina el autor “el año milagroso”, donde terminaría formulando la relatividad especial y su famoso E=m.c2.
Excelentemente planteado, el libro refleja tanto la circunstancia histórica del personaje como su posición en la historia del pensamiento teórico. Desde la evolución de sus posiciones en relación con la creación y usos de la bomba atómica, hasta la diferencia entre el pensamiento de los teóricos de la mecánica cuántica, que afirmaba que un sistema sólo puede definirse especificando el método experimental empleado para observarlo, y el ideario de Einstein, que consideraba que había una realidad con leyes profundamente consistentes y que a menudo se resume en una famosa cita: “Dios no juega a los dados”.
El macabro final de su vida, que incluye el robo de su cerebro, despliega las enormes contradicciones que existen en nuestras sociedades. Junto a este atentado a la dignidad encontramos el reconocimiento incondicional de muchos medios. El New York Times publicó al día siguiente de su muerte: “El hombre se alza en esta diminuta tierra, contempla la miríada de estrellas, los ondulantes océanos y los susurrantes árboles, y se pregunta asombrado: ¿qué significa todo esto?, ¿de dónde ha salido? El hombre con mayor capacidad de asombro y reflexión que ha aparecido entre nosotros en tres siglos ha fallecido en la persona de Albert Einstein”.
Tan significativa es su influencia que no extraña que el siglo XXI se estrene con la búsqueda de una partícula esquiva, el famoso Bosón de Higgs, y la explicación definitiva de la continuidad de campo en la que creía Einstein, la continuidad más paradójica de todas: la del vacío.
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